viernes, 26 de febrero de 2010

La Ley de Economía Sostenible: lo que podría y debería hacer el gobierno de Zapatero

Daniel López Marijuán

Con muchas alharacas y buena cobertura mediática, en medio de una fortísima crisis y aprovechando la presidencia española de la Unión Europea, el gobierno de Zapatero anuncia un conjunto de medidas taumatúrgicas para salir del impasse económico y al mismo tiempo presentarnos en Europa como país que hace bien sus deberes. Y todo ello bautizado, como no podría ser de otra manera, de sostenible, bálsamo de Fierabrás que todo lo cura.

¿Qué hay de contenido real y qué de mera propaganda en estos propósitos?
En primer lugar deberíamos señalar la contradicción en postular como sostenible un conjunto de actuaciones enmarcadas en el crecimiento sostenido, y por lo tanto antagónico con la genuina sostenibilidad, que busca poner fin a la explotación continuada de los recursos naturales propios de un planeta finito. El incremento de la productividad y de la competitividad, dos de los fetiches de esta nueva economía, es de facto incompatible con el nuevo paradigma de la preservación de recursos y la innovación en los sectores productivos que no esquilmen o degraden el planeta.

Los estupendos informes del OSE (Observatorio para la Sostenibilidad en España) nos indican que el requerimiento total de materiales de la economía española se incrementó un 11'8% entre 2000 y 2006, y también lo hizo en términos per cápita (OSE, 2009). El último informe de ADENA muestra que España tiene una huella ecológica global de 5,7 hectáreas per cápita y un déficit ecológico del 338% (WWF, 2008). Por tanto, los indicadores ambientales de nuestra economía son de todo menos sostenibles.

Una genuina ley de economía sostenible tendría que haberse apoyado en sectores productivos respetuosos con el entorno ambiental y que no extrajeran recursos por encima de la posibilidad de reposición: no es el caso de la promoción de la industria automovilística, que quiere erigirse como modelo de sostenibilidad, cuando es una de las mayores responsables de la emisión de CO2 y de la adicción al petróleo.

Como saben nuestros lectores, Ecologistas en Acción es partidaria del decrecimiento sostenible, no sólo para salir de la crisis, sino también para alcanzar unas relaciones económicas y unos estilos de vida que garanticen la perdurabilidad de nuestros recursos naturales. Es muy difícil en situaciones de estancamiento, paro y recesión, defender sin embargo que podemos tener “menos para vivir mejor”, pero la dificultad en hacerse entender no disminuye la validez de la propuesta.Evidentemente, no se trata de que todos los sectores económicos decrezcan, sino sólo los más impactantes e insostenibles. Aquellas inversiones que supongan un avance medioambiental y una mejora social, no sólo deben decaer sino que tienen que ser promovidos con fuerza: todos los relacionados con las energías renovables, la agricultura ecológica, los transportes públicos, la atención sanitaria, las alternativas a la devastación educativa, las tecnologías de saneamiento y depuración, las prestaciones sociales,... son todos ellos sectores a potenciar.¿Cuáles, en cambio, tendrían que ser disminuidos, cuando no desmantelados?: la industria armamentista, las promociones inmobiliarias especulativas y el sector cementero, las energías fósiles (carbón y petróleo a la cabeza), las grandes obras (autopistas, autovías, AVEs, túneles, viaductos), la industria automovilística, la cosmética y ropa de lujo, los negocios financieros especulativos, los cruceros, los campos de golf,....podrían ser paulatinamente sustituidos por apuestas económicas de futuro y de reconciliación ambiental.
Por otro lado, las economías más eficientes son las que han logrado alcanzar un buen equilibrio entre la competitividad y la regulación pública.

La “mano invisible” del mercado puede llegar a aberraciones, pero asfixiar el espíritu emprendedor puede conducirnos al anquilosamiento. Esta vuelta a los principios keynesianos están muy bien pero estarían mejor si fueran acompañados de las ideas de la economía ecológica, la que está consiguiendo en meter una brecha en el pensamiento ortodoxo y viejo de que los medios de producción y el producto interior bruto pueden ser incrementados indefinidamente.

Todo el capítulo III de la Ley de Economía Sostenible (LES), el que se ocupa de los mercados financieros, tendría que revisarse de principio a fin. Si algo ha demostrado el estallido de las burbujas financiera e inmobiliaria en nuestros país, es que no se les puede dejar solos. La ausencia de regulación y control de los mercados es una de las claves que posibilitaron el desmadre del dinero. Contar con una banca pública sometida a participación y fiscalización, es una de las iniciativas a defender. Las Cajas de Ahorro se presentaron también con este objetivo, pero han derivado a entes especulativos aliados del ladrillo y sometidos a la intervención partidista más grosera.

Otro de los errores cometidos en la crisis de la que no acabamos de salir es el recurso al endeudamiento sistemático para poder vivir por encima de nuestras posibilidades. Una verdadera sostenibilidad tendría que darle ala vuelta al significado del crédito: es un instrumento de proyección y de inversión, y no una añagaza para vivir de unos recursos con los que en realidad no se cuenta. La restricción del crédito actual está detrás del hundimiento de tantas pequeñas y medias empresas, estranguladas en esta época de vacas flacas por las entidades financieras. También la sostenibilidad es el acceso a préstamos que permitan iniciar negocios y proyectos vitales, sin caer en la usura bancaria.

La austeridad y racionalización de la Administración Pública es otro de los pilares que la LES debería acometer. En cambio, se anuncia un plan de recorte en el gasto público que no afecta a los gastos suntuarios sino sobre todo a los gastos sociales. Mientras tanto, los gastos en Plan E con fecha de caducidad y la ostentación de los poderes públicos, son muestras de que los cambios propuestos van más bien por la cosmética que por la transformación en profundidad.

En cuanto a la Responsabilidad Social Corporativa, artículo 40, (o empresarial, para ser más claros), Ecologistas en Acción valora que es una estrategia en el común de los casos de mercadotecnia y publicidad, más que un avance en mejoras ambientales, sociales y laborales.Una propuesta que ha hecho Ecologistas en Acción respecto a la “sociedad de la información y de la comunicación” es reservar una parte del espectro electromagnético para iniciativas ciudadanas y fomento de la participación social. En la actualidad el marco jurídico relativo a la sociedad de la información y a las telecomunicaciones no recoge de forma explícita la prestación de servicios de difusión no comercial promovidos por entidades no lucrativas, por lo que sería muy saludable fomentar la democracia participativa.

También en el ámbito científico, en vez del brutal recorte sufrido por el sector investigador, sería bueno promocionar iniciativas de capital riesgo en proyectos científicos innovadores, con preferencia en sectores con aplicaciones sociales, transfiriendo hallazgos científico- técnicos al ámbito de la resolución de problemas sanitarios, ambientales y energéticos.También introducimos, a la hora de abordar la formación profesional y la empleabilidad, contar con un Catálogo Nacional de Cualificaciones que ponga especial atención al desarrollo de cualificaciones favorecedoras de sostenibilidad. Hay una enorme familia de cualificaciones profesionales que deberían ser promovidas porque favorecen la mejora ambiental, la atención social y sanitaria y el aprovechamiento racional de los recursos naturales (agua, energía, alimentos,...).En términos de ahorro y eficiencia energéticos, proponemos alcanzar porcentajes del 35% en 2020 respecto a 2005, para lo cual habría que tomarse mucho más en serio las medidas de ahorro en viviendas, transporte e iluminación. Recuperar la planificación energética como herramienta de erradicación progresiva del carbón y de la energía nuclear, al mismo tiempo que se apoyan sin titubeos ni vacilaciones las energías solar, eólica (incluida la marina) y la biomasa, sería un ofrecimiento de horizontes mucho más amplios y seguros que el “apoyo condicionado” a las energías limpias de la Administración actual.

Respecto a los compromisos para reducir GEI (gases de efecto invernadero), sólo dos precisiones:• Hay que sacar de la contabilidad de reducción los “comercios de emisiones” y los “sumideros de carbono”, los primeros porque no resuelven el problema del Cambio Climático sino que lo transfieren, y los segundos porque representan una pseudo solución de geo- y bio-ingeniería que no persiguen el cambio necesario de modelo energético.• Los cálculos de reducción de emisiones en base a “escenarios tendenciales” de crecimiento (como hace la Consejería de Medio Ambiente andaluza) son pura trapacería, artificios contables que intentan esconder la ausencia de compromisos reales de reducción.En cuanto a movilidad y transporte sostenibles, una precisión: no se trata tanto de cambiar de “medio” de transporte, como de “modo y modelo” de transporte, en el que el tipo de vehículo utilizado es sólo un elemento más a considerar. La insistencia del Mº de Industria en el coche eléctrico refleja esta confusión; un coche eléctrico que gastara electricidad de origen fósil o nuclear y no resolviera el problema de las baterías contaminantes, no habría resuelto el problema de la movilidad. Si se sigue con el Plan de Infraestructuras al servicio del coche y del avión, esta política casa mal con la movilidad sostenible. El mejor modo de aumentar la seguridad es desincentivando el uso del coche, no construyendo autovías y aparcamientos que animan a usarlo. Que el transporte de mercancías por ferrocarril no llegue ni al 3% es un disparate. Que las nuevas autovías y trazados AVE sigan destruyendo y fragmentando hábitats naturales, es otro despropósito.

Bien por la modificación de los impuestos sobre la renta y sociedades, introduciendo tímidamente el gravamen ecológico.Para sostenibilidad urbana, mucha palabrería de rehabilitación y renovación, y pocas medidas para evitar la especulación y encarecimiento. Bien por la eliminación de la desgravación por vivienda y mal por el escaso empeño en fomentar la vivienda de alquiler.Ecologistas en Acción considera que decrecer en el gasto global de energía y materiales, así como en la generación de residuos no es una opción, es una necesidad que impone un planeta con recursos limitados. Por supuesto que en una situación de crisis generalizada, de falta de expectativas y de amenazas crecientes, es difícil defender que “less is more”; sin embargo, seguir con las inercias y repetir los errores sólo nos conducirá a que el batacazo sea más fuerte y más próximo.

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